Usted podría decir que esto fue toda una vida,
cuando ella abandonó su matrimonio, sus hijos, y esencialmente a su Señor.
¿Qué estaba ella pensando?
Nadie sabe.
Era toda la culpa de él, o sea, así dijo ella, pero raramente en un matrimonio en cualquier problema toda la culpa es de una persona solamente, puede ser, por supuesto, pero usualmente nosotros contribuimos a la muerte de un problema, a la muerte de nuestra propia ruina. Usualmente somos nuestro propio peor enemigo.
En su situación de ella, esta fue su falta de él, así ella insistió. El no había dicho nada, pero posiblemente él no sabía lo que ella estaba diciendo a otros. Posiblemente él realmente no comprendió lo que estaba sucediendo ante sus propios ojos, y detrás de sus espaldas.
El rompimiento fue inevitable, trayendo con esto un doloroso divorcio, y últimamente ¡una revelación alarmante! Había otro hombre en su vida, un hombre aparte de su esposo. El había estado acechando en el fondo todo el tiempo. Por supuesto, ella nunca lo había mencionado a sus amigas, pero en toda protesta de inocencia, en cada grito de intolerable sufrimiento, este otro hombre había estado presente silenciosamente.
Algunas de sus amigas estuvieron disgustadas al descubrimiento, pero otras habían sospechado alguna cosa de soslayo. Después de todo, cuando cualquier matrimonio se quiebra, uno de los cónyugues será furioso, procurando hacer cualquier cosa o todo para mantener el matrimonio unido. La otra pareja, la una con motivos ocultos (ulterior), puede actuar la parte de una ofendida e inocente persona, pero hará cualquier cosa que puede para ver que el matrimonio es destruido. El divorcio puede ser complicado, pero diciendo quien quiere el divorcio y quién no, es fácil.
Posiblemente eso es por qué Dios aborrece el divorcio: “Porque yo detesto el divorcio — dice el Señor — y la crueldad a una esposa” (Malaquías 2:16). El engaño, la deslealtad, la crueldad despreciable todo corta más profundamente y más penetrante que cualquier cuchillo. La herida parece permanecer para siempre. Alguna gente, de hecho, nunca se recobra. Tu puedes ver a ellos muchos años después — hombros jorobados, la mirada de dolor en sus ojos, y un sentido de vergüenza y culpa resaltada a través de su cara. Si el matrimonio es formado de un hombre y una mujer, el divorcio es la ruina de la misma alma.
Ella dejó a su marido, y se fue con el otro hombre, y vino a lamentar lo que había hecho, cuando el pesar o remordimiento vino, aunque, esto fue años más tarde, treinta años después. Una vida había pasado, y cada año trajo con esto un nuevo terror. A veces ella se quebraría en un sudor helado, con miedo para orar. Lo más que ella podía hacer fue implorar a Dios que ella no muera en su estado vergonzoso, “Oh Dios, no puedo orar, pero Dios no me dejes morir ahora, te lo ruego, te lo ruego.”
El teléfono sonó. Era su hija , “Madre, hoy fuí a la iglesia. Yo regresé a Dios. Otros oraron conmigo, y lloraron conmigo. Yo estoy en paz ahora, madre. Esto han sido años, y años desde que nosotros fuimos a adorar. Madre, tu debes regresar a Dios, también. Es tiempo. Es tiempo.
Ella se abatió y lloró amargamente. Años de dolor encerrado vinieron desde un corazón donde fuente de lágrimas derramadas sin fin. Ella sollozó en dolor y se afligió profundamente. Igual a un mal sueño, la vida pareció suspendida. La mujer que una vez había abandonado a su familia y había vivido una vida sin Dios de algún modo se encontró a la puerta de la iglesia. ¿Fue todo esto un sueño? ¿O fue real? Afuera de esa puerta estaba parado un amigo de 30 años pasados, esperando por ella. Su hija les había dicho a los hermanos que su madre podría venir hoy. Su madre ciertamente vino. La hija pródiga había regresado al hogar.
¿No es tiempo de que tu regreses al hogar también? ¿Qué tanto tiempo hace desde que tu te arrodillaste en oración a Dios? Cualquiera que sea la razón que tu tuviste para dejar a Dios, no fue una buena razón. Tu sabes eso. ¿Regresarás a Dios? El Señor te está esperando.
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