El Elemento Dramático—
La fuerza única del drama en el género del apocalipsis bíblico
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»Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y
he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte«— Daniel 7:7
[2col1]CLASIFICAMOS la literatura por géneros o categorías, teniendo cada categoría características distintas aún cuando con frecuencia las formas literarias se mezclan; por ejemplo, en Hamlet, la tragedia se mezcla con la comicidad sin apartarse de lo serio y lo terrible; Polonio trata de ser profundo en su razonamiento, pero termina siendo tan trivial como un torpe bufón —
Por qué el día es día, noche la noche y tiempo el tiempo,
Sería gastar inútilmente el día, la noche y el tiempo.
Así, pues, como quiera que la brevedad es el alma del talento,
Y que nada hay más enfadoso que los rodeos y perífrasis,
Seré breve. Vuestro noble hijo está loco:
Y le llamo loco porque, si en rigor se examina,
¿Qué otra cosa es la locura sino estar enteramente loco? —II.ii.100 ff
La reina Gertrudis no se impresiona con esta palabrería vacía y exige algo más concreto y objetivo – Al caso, Polonio, al caso, y menos artificios. Polonio habla pero no dice nada; sin embargo, sus palabras son inteligentes y de alguna manera, algo divertidas.
Tales interludios cómicos, muy comunes en la tragedia, buscan aminorar el shock que acompaña una vida envuelta en dasastre; estamos capacitados para soportar cierta cantidad de malas noticias; con todo y eso, no confundamos la tragedia con la comedia; son dos cosas muy diferentes.
En adición a ésto hay algo más: Generalmente se admite que una palabra dicha oportunamente es como una manzana de oro, pero no es la palabra sola, hay por lo menos dos elementos que hacen que esa palabra sea una manzana de oro: Momento oportuno y escenario. Es obvio pues, que la ocasión y el escenario gobiernan lo que decimos y lo que otros han de entender. Esto se ve claramente en el caso de Polonio, sus palabras pueden parecer cómicas; sin embargo, la escena y el momento, permitieron el interludio humorístico; otras escenas en la obra (Hamlet) no permiten esos interludios humorísticos. La comedia y la tragedia pueden mezclarse en el género literario, pero hay que notar que tanto la comedia como la tragedia, tienen sus propias características distintas, sus propios géneros.
Por supuesto que esto aplica a cualquier género literario; por ejemplo, nadie leeríamos un documento legal en la misma forma que leemos el periódico; un reporte médico no es lo mismo que un poema, eso es comprensible; realmente la forma en que leemos o entedemos cualquier discurso depende de nuestro entendimiento del género que gobierna el discurso; si malentendemos el contexto, en el caso de Polonio, perdemos el chiste.
[endcol] [2col2]Dios nos ha hablado con palabras, y el género gobierna la interpretación de tales palabras como en todo discurso; si leemos un poema como si fuera un reporte policiaco, malentedemos el poema. Del mismo modo, si leemos los Salmos como si fuera Éxodo, malentenderemos lo que hemos leído, no puede ser de otra manera.—
Y leían en el libro de la ley de Dios, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. —Nehemías 8:8
A menos que sepamos el sentido que hay detrás de una lectura literaria, no podremos entender realmente lo que leemos. Leemos las palabras, es cierto, pero luego malinterpretamos el mensaje que Dios nos ha dado. Por lo menos, terminamos sonando como Polonio, y lo peor es que terminemos cambiando las palabras de Dios por la nuestras —
Entre las cuales hay algunas difíciles de entender, la cuales los indoctos e inconstantes turcen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición.” —2 Pedro 3:16
Parece que este pasaje describe a personas que no meramente malentendían, sino que deliberadamente forzaban el lenguaje para que dijera algo que Dios nunca dijo. Podemos estar equivocados en lo que Dios está diciendo sin ser culpables de torcer la Escritura; puesto de manera simple, no se necesitan gritos altisonantes para interpretar los pasajes bíblicos. Lo que se necesita es darle sentido a lo que se nos está diciendo para que podamos entender. No es posible reverenciar la palabra de Dios a menos que respetemos el género (contexto) que acompaña el discurso de Dios.
Sin embargo, aun la precaución y el género no siempre son suficientes. Puede ser que clasifiquemos un libro como Daniel o Ezequiel como ejemplo de apocalipsis, repleto de imágenes exageradas y escenas inverosímiles. Es posible que hagamos eso, para luego mal-identificar todo, perdiéndonos en un código profético de interpretación en lugar de interpretar el género literario. Como lo explica susintamente un artículo—
La imaginería del género del apocalipsis probablemente ha sido sujeto a más interpretaciones incorrectas que cualquier otro aspecto de La Escritura. —Dict. Biblical Imagery, 36
Quizá el enfoque que sugerimos para leer la literatura apocalíptica como drama puede estar equivocado; sin embargo, si logramos entender los elementos centrales del drama, tal enfoque podría proveernos de un mejor entendimiento. Brevemente, si cambiamos nuestro enfoque hacia la literatura apocalíptica viendo el género apocalíptico como un conjunto de una categoría literaria más amplia – como un conjunto de representación dramática – podríamos llegar a una muy diferente interpretación de la imaginería apocalíptica como los 144,000, el reino de mil años, o el armagedón. Antes de embarcanos en semejante jornada interpretativa, estudiemos detenidamente lo que es drama, y si el apocalipsis debe ser estudiado como un drama.
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Representación Dramática |
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Esencialmente, el apocalipsis es un género de representación dramática, y necesariamente por eso, todo un conjunto de elementos que componen el drama – Por supuesto que no en un sentido absoluto, como lo podríamos ver en Esquilo o en Shakespeare, pero el apocalipsis muestra sin lugar a dudas, elementos dramáticos. Lo que Juan ve es una representación; lo que Daniel ve, es una representación; lo que Ezequiel ve, es una representación. Aun la imagen de la luna que se torna en sangre, es puesta como una representación. La acción se desarrolla dentro de un escenario apocalíptico como si fuera una tablado teatral, y nosotros como audiencia, observamos tales acciones e imágenes tal como si fuera una obra teatral. Dos veces, en el primer capítulo de Revelación, se instruye a Juan a que escriba lo que ve—
Escribe en un libro lo que ves . . . Escribe las cosas que has visto —1.11,19
Más tarde en el libro, cuando Juan se encuentra con siete truenos, se le dice que no escriba lo que oye, sino que selle las palabras en un libro (10:4) Tales pasajes claramente describen elementos literarios de representación, de audiencia, y de interacción entre la representación y la audiencia. A diferencia de leer una narrativa o un poema, el drama atrae una audiencia a que experimente lo que está ante ellos; de aquí que la atracción del drama sea más directa y poderosa que en otros recitales literarios; realmente, la representación dramática ante una audiencia, es el meollo del drama. La efectividad, por ejemplo, de una obra de teatro depende en qué tan bien los actores desarrollen sus papeles en la representación. La interdependencia de lineas, actores, trama, y audiencia vienen a ser elementos integrales en una representación dramática. Para que una obra teatral sea efectiva, la representación debe de hacerse con eficacia ante la audiencia. La fuerza de un drama es notoria cuando se convierte en el tema de conversación en pláticas privadas, o cuando alguno se pone demasiado dramático y se enoja o se excita demasiado. En las converzaciones privadas el drama tiende a ser clasificado como excesivo e impropio; y cuando se nos tilda de teatrales (exagerados), nuestra ira se intensifica aun cuando el insulto es cierto. La fuerza persuasiva del drama se reconoce aun en esos momentos acalorados de ira.
Por supuesto que con todo esto no se quiere insinuar que el apocalipsis bíblico sea un mero drama, sino que el drama es el principal elemento en la presentación de las imágenes así como en la representación de tales imágenes. Las imágenes se mueven y llevan la intención de que sean vistas y oídas, así como también experimentadas por la audiencia aun cuando la audiencia esté compuesta de una sola persona como en el caso de Juan o Ezequiel. Juan describe el impacto de lo que vio y oyó como algo muy inquietante y perturbador..
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas, yo soy el primero y el último —Apocalipsis 1:17
De igual manera, Ezaquiel y otros escritores apocalípticos describen la experiencia como perturbadora. Zacarías estaba tan perturbado por lo que vio y oyó que fue necesario que un ángel lo confortara (2:3,4). El impacto del drama apocalíptico – en aquellos que realmente vieron el conjunto de imágenes y escenas – es descrito consistentemente como una experiencia desconcertante y perturbadora, algo inesperado y abrumador. En el drama apocalíptico, Dios hace que el recipiente (o audiencia) experimente la fuerza de lo que revela.
Para entender el impacto del drama como una expresión apocalíptica, es necesario ver cómo el drama se separa a sí mismo de la vida que se propone imitar. Después de todo, para que una obra de teatro sea creíble, debe reflejar la vida en algún sentido, y que la vida permanezca siendo la vida, y la obra siga siendo una imitación de la vida. Una es real; la otra, un espejo de lo que es real; por supuesto que el drama no es más real que la realidad virtual; los caracteres en Hamlet profieren lineas que la gente nunca diría en la vida ordinaria..
El drama imita lo que sucede en la vida, pero el drama no es la vida, como tampoco lo es un sueño. Lo mismo es cierto con el drama del apocalipsis y sus imágenes. Suceden cosas ante nuestros que no pueden suceder, pero las acciones y las imágenes deben ser suficientemente imitativas de la vida para que las podamos entender. Lo que vemos y oímos son imágenes semejantes a un sueño de la vida, y esta característica — semejanza a un sueño – le da al apocalipsis su característica literaria distintiva.
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Cuando Esequiel ve el trono de Dios, ve algo que este mundo jamás ha conocido, sin embargo la descripción de lo que no puede ser descrito debe ser descrita de tal manera que podamos entender algo que está sucediendo más allá de este mundo..
Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo enmedio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzy, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová.
Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante.
Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos…Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban. —Ezequiel 1:1-4, 9, 19
Lo que es especialmente sorprendente es que Ezequiel es muy específico en cuanto al año y el lugar de la visión; estaba junto al río Quebar; en el año treinta; el quinto día del mes. La escena celestial que se desarrolla ante él, es algo que nunca había visto. Al tratar de describir aquello, su lenguaje le falla y cuando leemos lo que escribió, nos enteramos que sale a relucir algo fantástico, pero no podemos describir la escena ni dibujar las imágenes que se deslizan velozmente en el cielo. Sin embargo; aun cuando solo tenemos un destello fugaz en comparación con Ezequiel quien fue testigo de primera mano de la visión, nos damos cuenta de que la grandeza de lo que hemos leído, va más allá de la imaginación mortal. Como Ezequiel (pero en un muy muy menor grado) hemos experimentado un mundo más allá del sol, la luna, las estrellas; un mundo más allá del tiempo y más allá de cualquier cosa física. Hemos experimentado lo que las palabras no pueden describir. El drama nos ha hecho llegar un vislumbre de la grandeza y presencia de Dios—
Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Dios. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba. —Ezequiel 1:28
En un drama, la representación funciona como un elemento clave aun cuando como en apocalípsis, las imágenes son de otro mundo, repleta de cualidades semejantes a sueños; de hecho, la palabra drama viene de una palabra griega que significa acción; esto no debería sorprendernos, pero explica por qué en una obra de teatro a los caracteres y actores se les llama dramatis personae. La parte central en una obra es la representación y esa representación debe llevarse a cabo por actores ante una audiencia; la obra de teatro debe ser actuada: “En una obra de teatro,” dice Aristóteles, “los personajes actúan la historia” (Poetics, 1448).
Lo que es más, para que una representación sea efectiva, es necesario que la audiencia, los actores, y la escena, se mezclen e interactúen en algún nivel. Quizá leamos a Shakespeare como literatura, pero la magia viene solo a travez de una representación en un tablado y ante una audiencia; quizá sea esa una razón del por qué las obras Shakespearanas tienden a fracasar cuando son presentadas en películas; la cercanía de una representación con una audiencia en vivo, simplemente no está allí.
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Audiencia & Propósito |
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No se puede pasar por alto el rol de la audiencia. En un análisis extensivo en su Poética, Aristóteles propone que la tragedia dramática debe emular convincentemente la vida para que provoque una respuesta adecuada por parte de la audiencia, una respuesta que nivele o exceda el poder de las emociones y acciones que se están actuando en el tablado. La audiencia debe ser conmovida por lo que oye y ve. La trama de la historia debe ser escrita y presentada de tal forma que evoque una fuerte respuesta emocional de la audiencia —
La trama no debe ser simple sino compleja; lo que es más, debe imitar acciones que surgen del temor y de la compasión, puesto que esa es la función de esta clase de imitación. El temor trágico y la compasión puede ser incitados por el espectáculo, pero también pueden ser incitados por la mera estructura y los incidentes de la obra. De hecho, la trama debe ser enmarcada de tal manera que aun sin ver las cosas que suceden en el tablado, la persona, con el simple hecho de oirlas, se llene de horror y de compasión por los incidentes —1452, 1453
La audiencia es fundamental; sin embargo, el espectáculo de una representación no puede sustituirse por una trama poco convincente; ni siquiera los mejores actores ni los efectos especiales pueden ayudar una historia pobremente escrita. Considere, por ejemplo, una película como Batman: El Caballero Negro. La representación puede estar repleta de efectos especiales, pero a menos que haya una trama con palabras que realce y acompañe la trama y el espectáculo, la representación simplemente no funcionará. Aparte de un Batimóvil o una Batibicicleta de fantasía, debe haber algo adicional en la película; inclusive el Joker, villano de semejanza apocalíptica, debió tener algo importante que decir. El actor que representó al Joker fue el que hizo que la película fuera convincente, pronunciando sus líneas de tal manera que cautivó la audiencia
Lo que surge como especialmente interesante en la historia es como el Joker frecuentemente cae en discuciones filosóficas del bien y del mal; no sólo comete el mal, sino que se siente obligado a fabricar una base racional con el fin de explicar su apariencia y su comportamiento desquiciado. En cierto sentido, sus palabras denuncian un sentido de culpabilidad que él niega tener; si no fuera así, ¿por qué justificar su comportamiento? Sin la trama y sin semejantes explicaciones, la historia y el espectáculo hubieran sido un fracazo. Nos veríamos obligados a ir simplemente de un Batman a un Hombre soso, sin gracia. Aquí una vez más, los elementos de la trama, el espectáculo, las palabras, y la audiencia deben entretejerse en un todo coherente. Aun en una película como El Caballero Negro, una palabra dicha oportunamente es como una manzana de oro; como lo anotó Ezra Pound en una ocasión, “El drama no es palabras, sino personas moviéndose en un tablado usando palabras.” Este punto sugiere un discernimiento más profundo de cómo el drama funciona.
La representación de la tragedia en el teatro griego tenía un propósito, lejano más allá del espectáculo, o la filosofía poco profunda promulgada por el Joker. Aristóteles habla del impacto de la tragedia sobre una audiencia detalladamente mencionando la presencia crucial de la probabilidad. La audiencia sólo no debe ser dicha pero mejor dico vea qué haber ocurrido bajo una base más grande de qué podía pasar a alguien—
No habrá nada improbable entre los episodios reales —1454
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Aun cuando los caracteres en el drama son de una clase alta y noble, la audiencia entiende que lo que sucede allá pude suceder también aquí, al nivel de la vida ordinaria y mundanal. Si un buen rey puede fracazar, lo mismo le puede suceder a cualquier hombre; el desastre es ciego. Seguro es que la caída de una persona de alta sociedad es más notoria, pero los hombres de condición humilda también caen, y la caída es igual de fatal. Lo admitamos o no, en el análisis final, el rey es un hombre y está sujeto, igual que cualquiera de nosotros, a las mismas debilidades humanas; es el caso del rey Nabucodonosor en el libro de Daniel, quien no estaba excento de tales debilidades, o de la influencia corrupta del orgullo, de la riquezas, o de sus logros —
Habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?
Aún estaba la palabra en boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A tí se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de tí; y de los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre tí —Daniel 4:30-32
La locura de Nabucodonor tardó siete años hasta que fue restaurado a su sano juicio así como también a un sentido de balance en lo que es importante en la vida delante de Dios. El hecho de que el rey reconoció su orgullo, nos hace verlo como un carácter heroico y trágico; el surgimiento de una respuesta heroica imparte significado a la experiencia de ver la tragedia que se desarrolla en una obra, o en la vida propia. Para que el carácter heroico sea correctamente identificado como heroico, debe sobrepasar los límites de la vida normal y ser confrontado con un desastre superior a la vida, al sucederle ésto, él, de alguna manera surge victorioso habiendo experimentado la vida en una escala superior a la de los que le rodeaban. El relato bíblico de Job, es otro buen ejemplo de tragedia. Realmente, el libro de Job ha sido comparado por algunos críticos a un drama griego, y hay que admitirlo, sí hay similitudes, la diferencia en Job es que los caracteres hablan y en Esquilo, los caracteres hablan y actúan. En el drama griego, debe haber un error trágico; en Job no lo hay, y eso hace que la historia sea más difícil de entender, tanto para Job como para los que leemos la historia; sus amigos consejeros lo acusan de haber hecho algún mal grave para que haga sentido la causa y efecto de lo que le está pasando, Job firmemente mantiene su inocencia. Nosotros razonamos de la misma manera cuando una desgracia cae sobre alguien; pensamos que la persona misma provocó el desastre, y que Dios lo está castigando por lo que hizo. En la tragedia dramática, – ya sea en la vida o en un tablado – necesitamos las razones de la causa y el efecto; sin embargo, en la tragedia bíblica, no tenemos causa y efecto excepto la lucha del mal y el bien —
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tienieblas, contra huestes de maldad en las regiones celestes —Efesios 6:12
Terminemos con una advertencia; no debemos concluir que las escenas en Daniel, o Ezequiel, o Zacarías deben ser vistas como si fueran alguna forma de teatro Hebreo antiguo; el género apocalíptico no es teatro Hebreo. Sin embargo; la audiencia, la escena, y los actores dentro del espectáculo, aparentemente surgen como hilos comunes y a veces con resultados asombrosos. Me gustaría, en un artículo subsecuente, profundizar un poco más sobre esos resultados asomobrosos e implicaciones para interpretar la literatura de apocalipsis.
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“Apocalypse, Genre of.” Dictionary of Biblical Imagery. eds. Leland Ryken, James Wilhoit, and Tremper Longman. Downers Grove: InverVarsity Press, 1998. Print.