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Don Quixote

La historia intrigante Don Quixote vino a Cervantes—


La historia intrigante de Don Quixote (si nosotros leyéramos el Prólogo en un sentido literal) vino a Cervantes mientras él fue encarcelado.  Cervantes, sin embargo, nunca nos dice por qué o cómo la noción entera de un Don Quixote alguna vez vino a él.  A menudo escritores crearán un carácter literario fuera de experiencia personal y observación, y ése puede ser el caso aquí.  Todavía, si es o no, nosotros realmente no podemos decir simplemente porque Cervantes no dice.  Nosotros no debemos poner palabras en su boca.  Cervantes es bastante capaz de hablar por él mismo.

Probablemente, sin embargo, Cervantes escribió de lo que él había visto y había experimentado, escribió de la vida de él.  Aquéllos de nosotros quiénes han leído el libro pueden identificar ciertamente con las continuas y  exageradas aventuras.  La popularidad continua de los libros es evidencia bastante que los carácteres en el libro, aunque ficticio, es bastante real en otra dimensión.  Nosotros posiblemente nunca podemos haber visto a un hombre cargando un molino de viento en un caballo viejo, pero nosotros mismos nos hemos visto haciendo algo semejante a eso.  Algo hay aquí que cruza la barrera entre la ficción y la vida, y ese algo es lo que se considera para la popularidad continua del libro, y los carácteres que imparten vida a sus páginas. Cuando Don Quijote comienza su búsqueda por el significado de la vida, nosotros –igual a Sancho Panza– acompañamos a él en la misma búsqueda, unidos por el mismo idealismo.

Otra demanda por Cervantes en el Prólogo es que la historia de Don Quixote era más fácil escribirla que las palabras de la apertura: “Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé,  por no saber lo que escribiría..” Esta admisión puede ser convencionalismo literario no más, también.  Después de todo, Cervantes nos dice que él agregó frases latinas al Prólogo para reforzar el ambiente afectado de erudición en el libro.

Yo aprecio la’ franqueza de Cervantes sobre no saber qué decir.  De hecho, cuando yo escribo esta biografía del informe de Don Quixote, yo estoy perdido acerca de dónde empezar y qué incluir en esta biografía del informe del hidalgo renombrado de La Mancha.  Y todavía una biografía debe escribirse, permítame limitar mis palabras a lo que Cervantes nos dice sobre el idealista de mediana edad nombrado Don Quixote —

»En un lugar del la Mancha, del nombre del cuyo ningún quiero acordar-yo, ningún ha mucho tiempo que vivía un hidalgo del los del astillero de en de lanza, antigua del adarga, flaco del rocín el y galgo corredor.«

Incluso el mismo nombre, Don Quixote está de algún modo oculto en oscuridad y duda.  De hecho, una vez más según Cervantes (y Cervantes debe saber desde que él es el mismo escritor del libro) una vez más según Cervantes —

»Frisaba la edad de nuestro hidalgo  con los años de cincuenta ; era de complexión recia,  seco de carnes, enjuto del rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, en esto hay alguna  diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles,  se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración de él ninguno se salga un punto de la verdad.«

Nosotros debemos, por supuesto, tomar a Cervantes su palabra que si Quixote, o Quexana, o algún otro nombre, la variante es insignificante al cuento.  Nosotros sabemos que él vivió en algún pueblo oscuro, y que él era de mediana edad, que él estaba en sus cincuentas y que la vida estaba pasando cruelmente por él.

Nosotros también sabemos que Don Quixote se manejó fuera de su mente por una lectura incesante de adornado pero pobremente escrito novelas.  Habido llenado  su mente de un idealismo poco realista, Don Quixote finalmente las bridas un roto-baje bruja y juegos adelante en busca de la gran aventura, rescatando a todas las damiselas en dolor y corregiendo todos los males en el mundo.

Ahora, no hay nada  malo leyendo tarde por la noche, o rescatando a las damiselas, o buscando doblar a la derecha.  No hay nada malo en idealismo, pero un idealismo que no guarda sus pies en la tierra se encontrará distorsionado en el aire en la veleta de un molino de viento.

Habiendo preparado su corazón, Don Quixote enseguida preparó  su armadura.  Después de todo, si uno va a ser un caballero, él debe parecer y debe actuar la pieza.  Él debe tener alguna semejanza de honor y debe acorazar, y Quixote lo hace, por eso yo quiero decir él lleva alguna semejanza de armadura caballeresca.

No es la mejor, pero es armadura y ha estado en su familia como una herencia de familia.  La armadura es vieja, y el casco necesita una visera, que Quixote arregla de algún cartón cercano.  Él trabajó intensamente para hacer la visera, pasándose una semana entera, y entonces la batalla para probar lo que él había hecho—

»Es verdad que para probar si era fuerte el y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada  y le dio dos golpes, y contra el primero  y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de la parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse de este peligro, él tornó a hacerla del nuevo, poniéndole unas barras de hierro por dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su fortaleza;  y, sin querer hacer nueva experiencia de ella, el dipuso y tuvo por celada finísima del encaje.«

La negativa de Quixote, por supuesto, llevar más allá la prueba de su visera hace pensar en algún roce momentáneo la con realidad, pero  tal realidad era momentánea en el mejor caso, dejando a Don Quixote intrépido y escéptico de cualquier peligro que su idealismo elevado podría traer. Una visera defectiva, aún, prevendría a Don Quijote de ver las cosas con claridad. Una visera de cartón no ofrecería a él protección en las batallas contra el mal.

Después, cuando él  sale adelante a luchar con los  molinos de viento, Don Quixote permanece firme en su devoción al idealismo aunque la batalla casi le costó su vida.  Ni aun su escudero designado, Sancho Panza, puede persuadir Don Quixote para echar una segunda mirada a lo que él percibe para ser una amenaza inminente.  “¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.

Deslumbrado por un idealismo inmoderado, Don Quixote sigue adelante con la valentía de un caballero, y al hacerlo así, poniendo su vida en riesgo.  Nosotros nos reímos de los estrafalarios de Don Quixote e incluso simpatizamos con los comentarios incrédulos de Sancho Panza, y todavía nosotros entendemos la historia porque es una historia familiar, una que nosotros mismos hemos vivido. Todos nosotros tenemos nuestros molinos de viento y nuestros momentos tontos. Todos nosotros hemos usado la visera defectuosa, y conocimos que nuestra perspectiva de la vida fue, por consiguiente, defectiva, pero nosotros continuamos adelante a pesar de todo.

El contraste entre Don Quijote y Sancho Panza es contundente. Ambos usan viseras , pero de una clase diferente. Si Don Quixote depende demasiado del idealismo alto, Sancho Panza depende demasiado lejos de pragmatismo magro.  En ambos carácteres literarios hay un desequilibrio y exceso, pero en direcciones opuestas.  Don Quixote puede ser culpado por su batalla cómica con molinos de viento, pero Sancho Panza puede cobrarse porque él nunca cobró en absoluto.  La vida perdida en idealismo puede ser tonta, pero no más así que la vida que nunca los sueños, esa ruina seguramente en su burro.  Si Don Quixote es la metáfora para idealismo precipitado, Sancho Panza es la metáfora para el pragmatismo paralizado.  Nosotros necesitamos ambos, por supuesto, en la vida – los sueños altos y el realismo pragmático.

Cerca de los últimos momentos de su vida, Don Quixote recupera de sus ilusiones idealistas y finalmente comprende quién es él, y el extremo de su vida está cercano.  Pero es Sancho Panza que no puede aceptar realidad. Los papeles se invierten —

»Ay! el respondió Sancho, llorando,: ninguna se muera vuestra merced, mío del señor, el sino tomo mi consejo el y viva muchos años, el porque la alcalde locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, pecado más ni más, que los pecado que nadie le dan jaque mate a, ni otras manos le acaben que las de la melancolía del la. No enlode ningún perezoso del mar, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos del pastores, el concertado de tenemos de como: tras del quizá del hallaremos de mata de alguna un doña de señora de la el desencantada de Dulcinea, que ningún haya más que ver.«

Sancho Panza, por supuesto, no podría vivir sin Don Quixote más que Don Quixote podría vivir sin Sancho Panza.  El idealismo debe tener su fundación en pragmatismo.

De muchas maneras, el momento está intolerablemente triste, no sólo debido a  la muerte inminente de Don Quixote, pero también porque la muerte de cierres del carácter de Cervantes la noción de idealismo alto.  Nada, yo supongo, es una pena más que un sueño que se muere, y quizá eso es Cervantes’ también apuntan.  Ninguno de nosotros realmente puede vivir sin sueños, ni incluso un Sancho Panza.