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Un Médico Examina la Muerte de Cristo


Embolia Pulmonar—
Es indudable que la triada de Virchow estaba en función.

¿Fue ésta la causa de la muerte de Jesús?

»Inclinando la cabeza, entregó su espíritu« —John 19:30





Asegúrese de llenar el espacio de causa real de la muerte en el certificado de defunción.
Arresto cardiopulmonar NO es una causa de muerte. Es un camino pato-fisiológico final iniciado por alguna otra anormalidad.

Fueron las instrucciones que recibí como interno durante mi entrenamiento médico después de la desafortunada muerte de un paciente. La información médica precisa con respecto a la muerte de un paciente es importante en muchos niveles: estadísticas médicas y salud pública, procesos legales, y desenlace familiar satisfactorio, por mencionar algunos. De hecho, el CDC (Centros para el Control de Enfermedades, por sus siglas en inglés) ha publicado instrucciones formales sobre cómo catalogar la causa inmediata de muerte subrayando las condiciones que propiciaron el evento final. Inclusive hay un espacio en el formulario que se refiere a la causa de muerte; i.e. natural, accidental, suicidio, investigación pendiente, etc.

¿Se ha preguntado alguna vez qué fue lo que causó la muerte de Jesucristo? ¿Cuál fue la causa de su arresto cardiopulmonar? Recuerdo de una estudiante de medicina que expuso una presentación a cerca de “Trombosis Pulmonar Aguda” al resto del equipo de nuestro hospital. En su presentación se refirió a algunos antecedentes respecto a la peligrosidad de esta enfermedad y se refirió a algunas personas famosas que murieron de embolia pulmonar incluyendo posiblemente Cristo.

Realmente es muy poca la duda de que Jesús estuvo bajo riesgo de un embolia pulmonar (PE, por sus siglas en inglés). El factor primario de riesgo es una trombosis venosa profunda (DVT), que se dice es el resultado de tres anormalidades; triada de Virchows (hiper-coagulabilidad, estasis o tur-
bulencia intravascular, y lesión endotelial).
.
Con toda probabilidad Jesús estaba deshidratado (“sed tengo” Juan 19:28) después de su arresto y de haber sufrido una larga noche de juicios falsos. Su deshidratación probablemente se agravó por la pérdida de sangre causada por la golpiza sufrida, los azotes, y la corona de espinas penetrando en los tejidos de su cuero cabelludo vascular. Todo esto cambiaría la consistencia normal de su sangre y contribuiría a la hiper-coagulación (tendencia de la sangre a coagularse más rápido de lo normal).

Con sus brazos y pies clavados en la cruz, Jesús estuvo imposibilitado de moverse por espacio de aproximadamente seis horas (Marcos 15:25-37). Durante ese lapso de tiempo, y tomando en cuenta su débil estado físico, el peso de su cuerpo probablemente ejerció una presión muy severa sobre sus articulaciones, posiblemente dislocándolas inhibiendo aun más su capacidad de mover sus extremidades. Ciertamente, esto contribuiría a una estasis intravascular que incrementaría el riesgo de una trombosis venosa profunda. Es un hecho que un viaje largo en auto o en avión, o aun acostado enfermo en el hospital son causas suficientes para causar semejante problema. El ponerse de pie y caminar o estirar las piernas, relajando y contrayendo alternativamente los músculos para mantener el flujo sanguíneo, son maniobras preventivas recomendables.

Jesús no tuvo ese simple lujo estando en la cruz. Habiendo sido flagelado por los soldados Romanos, la carne de la espalda de nuestro Señor estaba seguramente severamente lacerada. Pedazos de metal, de hueso o piedras adheridos a las cuerdas de los látigos abrieron la piel y con toda probabilidad penetraron la fascia (membrana que cubre los músculos) profunda en algunas áreas de tal manera que los músculos para-espinales quedaron expuestos. Las marcas se extendían desde los hombros hasta las piernas. El sangramiento arterial de las capas musculares era común. Lo que es más, el estiramiento de los brazos y de las piernas junto con las heridas causadas por los clavos en los brazos y los pies, explicarían la ruptura endotelial. Cuando el endotelio (capa interna de los vasos sanguíneos) se rompe, se libera una cascada de señales químicas que incrementa el riesgo de la coagulación intravascular.

No hay duda que la triada de Virchows estaba en función en el caso de Jesús en la cruz. ¿Podría esto explicar la muerte de Jesús? ¿Pudo él haber muerto a causa de trombosis venosa profunda que resultó en un embolismo pulmonar? Bueno, ciertamente hay otras explicaciones de arresto cardiopulmonar que son probables en una crucifixión.



El trauma de la crucifixión




Cuando el soldado Romano hirió el costado de Jesús ya muerto, Juan registra que salió sangre y agua por la herida (Juan 19:34). Es posible que Jesús haya sufrido un severo edema pulmonar (fluido acumulado en el tejido pulmonar) y una efusión pleural (fluido acumulado dentro de la cavidad del pecho que comprime los pulmones) a tal grado que lo asfixió porque le fue imposible circular oxigeno apropiadamente. Quizá la lanza penetró hasta la cavidad del pecho liberando el fluido.

O quizá, la lanza penetró su corazón indicando que Jesús murió por una compresión aguda; condición en la que el pericardio (membrana delgada que rodea el corazón) se llena de líquido al grado de comprimir el corazón y no le permite bombear suficiente volumen de sangre hacia el resto del cuerpo. Las víctimas de ese mal sufren de severos dolores en el pecho y de una sensación de sofocamiento.

También es posible que haya muerto de un ataque de Hipovolemia (disminución del volumen total de sangre). La pérdida severa de sangre y la deshidratación, forman una combinación letal en la que el volumen intravascular de sangre es tan bajo que el corazón se acelera y los vasos sanguíneos se constriñen en un esfuerzo de incrementar la presión con el fin de irrigar los otros órganos vitales. Eventualmente, el corazón no puede irrigarse a sí mismo y finalmente falla por agotamiento extremo.

La crucifixión fue inventada por los romanos. Era un proceso largo y doloroso cuya finalidad era que todos pudieran ser testigos del sufrimiento de las víctimas. Fue una demostración efectiva de pena capital diseñada para escarmentar. A diferencia de un pelotón de fusilamiento que pone una bala en la cabeza, o el nudo corredizo en la horca que rompe las cervicales y corta instantáneamente la médula espinal, o una droga que silenciosamente pone al criminal a dormir y le provoca un paro cardiaco, la crucifixión era un proceso largo y lento.

De hecho, cuando a los judíos les pareció que el proceso era demasiado largo, les pidieron a los soldados que quebraran las piernas de los tres crucificados en el Gólgota. (Juan 19:31-33). Lo extraño aquí es que Jesús ya estaba muerto. Los dos criminales aun estaban vivos y por eso les quebraron las piernas, para acelerar el proceso. Parece que eso era un esfuerzo de impedir que los criminales levantaran sus cuerpos con sus piernas, y que eso les permitiera expander un poco el pecho y continuaran respirando. En una situación como esta, los brazos y el pecho están tan estirados que el diafragma no puede expander las costillas limitando así la circulación del aire. La mayoría de los crucificados morían de sofocación. Con Jesús fue diferente. El murió prematuramente en comparación con la crucifixión típica. Inclusive Pilato se sorprendió cuando oyó que Jesús ya había muerto. (Marcos 15:43-45).

Aunque es concebible, una embolia pulmonar, o cualquier otra pato-fisiología describe la muerte de nuestro Señor. Los evangelios lo explican de otra manera. Mateo y Juan están muy claros en relación a cómo finalmente murió Jesús.

Más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. —Mateo 27:50

Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: “Consumado es”. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. —Juan 19:30

¿Entregó el espíritu? ¿Qué significa eso? ¿Qué pato-fisiología puede explicar eso? ¿Qué se supone que debería yo escribir como causa de muerte en el certificado de defunción de Jesús? “Entregó el espíritu” no sería satisfactorio para mis instructores médicos, ni sería admisible como causa de muerte en un documento legal como lo es un certificado de defunción.

Puede parecer que estoy interpretando “entregó el espíritu” de manera muy literal. Posiblemente esta sea solo una forma descriptiva de decir que él murió. Después de todo, él dejó de respirar y su corazón dejó de palpitar. Así que, en cierto sentido él sufrió un arresto cardiopulmonar. Considere el siguiente pasaje.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mi mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. —Juan 10:17-18

Este pasaje aclara que no fue un proceso fisiológico defectuoso que trajo como resultado la muerte de nuestro Señor. Ni fue la gota que colmó el vaso. Aquello fue un sacrificio deliberado. No fue un accidente. No fue una embolia pulmonar. No se equivoque, fue una muerte física como mucha otras que hemos presenciado. (Fil. 2:6-8, Heb. 2:9-15).

Fue en su tiempo. En esencia fue su propia forma de hacer las cosas. ¿Por qué escogió esa forma? Él no merecía la cruz; yo sí. Él no merecía aquellas acusaciones, la burla, los azotes, o la corona de espinas; yo sí. El tomó mi lugar. Lo único que puede explicar esto es el amor. (Juan 3:16, Rom. 5:8, 2 Cor. 5:19-21, 1 Juan 4).

En cuanto a la causa de muerte, no dudaría ni tantito en escribir en el certificado de defunción: “homicidio”. Fue mi culpa. Yo soy el culpable. Puede ser que desconozca la causa exacta de la muerte, pero las condiciones que provocaron ese evento final están bien claras, fue mi pecado y el amor de Dios.

Dr. Aaron Greeley

 


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