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Bienaventuranzas: hambre y sed para justicia


Un deseo ferviente

»Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia,
y todas estas cosas os serán añadidas
— Mateo 6:33


C onsideremos ahora este bienaventuranza dicha por el Maestro Jesucristo en el famoso llamado sermón del monte. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed…” Jesucristo usa de estos apetitos tan fuertes que tenemos los seres humanos, para ilustrar y hacernos ver que en el sentido espiritual, así quisiera El que los tuviéramos por la justicia de Dios.

»Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos seran saciados
—Mateo 5:6

Cuando tenemos “hambre y sed” fisicamente, buscamos con ansias el alimento para saciar nuestros estómagos. Los niños recien nacidos son un ejemplo de lo que significa tener “hambre y sed“. Ellos lloran fuertemente para dar a saber que tienen “ansias”, que tienen un “deseo fuerte” por el alimento. El apóstol Pedro usa este ejemplo para darnos a entender qué tan grande debe ser el deseo que debemos tener por recibir “la leche espiritual“, o sea, la palabra de Dios (I de Pedro 2:2). Necesitamos desear fuertemente comer y beber el alimento para nuestra alma. Cristo dijo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

Así como tenemos “hambre y sed”, o sea, el deseo ferviente para obtener las cosas materiales, deberíamos tenerlo para hacer la justicia de Dios. Cristo dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33).

Hay muchas personas en este mundo que tienen “hambre y sed” por adquirir las cosas materiales, y “se matan”, como decimos vulgarmente, trabajando “horas extras”, o en dos o tres empleos para ganar más dinero y así lograr sus metas. Y está bien, si eso no nos afecta nuestra salud o nos estorba para cumplir nuestros deberes con Dios. El apóstol Pablo dijo a los hermanos tesalonicenses: “ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino para daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” (II a Tesalonicenses 3:8-10).

Pero lo lamentable es que a veces no tenemos esa misma “hambre y sed” por las cosas espirituales. No nos interesamos en asistir consistenemente a las reuniones de la iglesia para recibir el alimento espiritual. No anhelamos obedecer los mandamientos de Dios.Y cuando vivimos ocupados nomás en el trabajo material, realmente no somos dichosos, no somos bienaventurados ante los ojos de Dios. Aquí caben las palabras que Cristo dijo: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece.” (Juan 6:27). Cristo nos da a entender con eso que debemos dar prioridad a lo espiritual. No debemos descuidar la salvación de nuestras almas. En Hebreos 2:3 dice: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?…”.

Si queremos ser bienaventurados, debemos tener “hambre y sed” de la justicia de Dios. Debemos desear hacer la voluntad de Dios. Debemos querer conocer los mandamientos de Dios y querer obedecerlos. Debemos desear ser justos y no injustos, porque Cristo dijo que solamente los justos irán a la vida eterna (Mateo 25:46). Pensemos en estas cosas. Que Dios los bendiga.

 

—Roberto V. Spencer


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