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Dios es la respuesta

Cualquiera la pregunta,

Cualquiera la circunstancia en la vida–

Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.   — Salmos 46:1


La más grande oración que nosotros podemos proferir es el pedir a Dios que nos escuche.  Cuando nos damos cuenta  cómo hemos vivido y  qué hemos  hecho, no tenemos quietud ni esperanza,  cuándo venimos a tal momento, entonces nuestra alma grita,   “Señor, ¿qué tu quieres que yo haga?” —cuando ese momento llega, entonces  estamos listos para escuchar a Dios en serio.

¿Qué es lo que Dios querrá que  usted, o yo, o cualquier otro hombre haga? Esto parecería que la respuesta es ambas noble y simple. —  Noble, porque Dios quiere que nuestra vida sea noble –.  Simple, porque Dios quiere que todo hombre sin en todo caso, humildemente o modesto,  sea hábil de seguir a él.  Desde el  Libro de Dios leemos  palabras—

El te ha declarado, oh el hombre, lo que es bueno.
Y qué es lo que demanda el SEÑOR del ti,
sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia,
¿y andar humildemente con tu Dios?
—Miqueas 6:8 (La Biblia del las Américas)

Si Dios nos ha mostrado, si Dios ha declarado a nosotros lo que él quiere que nosotros hagamos, debemos estar deseando escuchar y seguir toda su palabra con fe.  Hacer de otra manera estaría mal por  nosotros y nos llevaría solamente para hacer mal.  ¿Qué entonces, ha dicho Dios a mí y a usted?

La respuesta es que él ha pedido la misma cosa de todos nosotros.  Las personas que oyeron a Pedro predicar, clamaron con alarma, “ Varones hermanos, ¿qué haremos? ” Si nosotros hubiéramos estado allí, ese día, Pedro nos hubiera dicho a nosotros  la misma cosa que él les dijo a ellos,” Arrepentíos, y bautícese cada uno del vosotros en el nombre del Jesucristo para perdón de los pecados. “ —Hechos 2:37, 38.

Similarmente, un eunuco de Etiopía interrumpió en cierta ocasión a Felipe y le preguntó “ ¿Qué impide que yo sea bautizado?” Si nosotros hubiéramos sido el eunuco de Etiopía, si nosotros hubiéramos estado allí, ese día, Felipe  habría dicho lo mismo a nosotros como le dijo a él, “Si crees de todo corazón, bien puedes”  —Hechos 8:36, 37. En cada caso en el Nuevo Testamento, la respuesta a la pregunta parece haber sido la misma.  Cada hombre creyó en Cristo, y cada hombre se arrepintió, rechazando de cualquier maldad él había hecho, y cada hombre se sometió al bautismo como un acto de fe en Dios.  Hasta que nosotros sigamos a Dios, nosotros no vamos a ninguna parte. El te ha declarado, oh el hombre, lo que es bueno.

Oh, Dios oye mi oración y  deme  fuerzas para vivir para Usted.  Y Siguiéndolo pueda yo seguir lo que otros han hecho, que siguieron Su palabra.  Yo doy mi vida a Aquel que dio su vida por mí. Me arrepiento, oh Señor. Creo en Cristo y confieso su nombre delante de los hombres.  Permítame morir en el bautismo para que así yo pueda vivir para usted. —Amen

Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua,
y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes.
Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó
—Hechos 8:36-38

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